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segunda-feira, 7 de janeiro de 2013

BRAZIL: VIENTOS DE BRASIL por JUAN ARIAS.

La peligrosa fiebre de consumo de los brasileños

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Por: | 07 de enero de 2013

Cerca de 40 millones de brasileños han salido del infierno de la miseria para ingresar en el club de la llamada clase media, aunque se trate de una clase media en muchos casos con un sueldo base de menos de 300 euros.Ya no son miserables.
Gracias a la apertura del crédito y a las facilidades para comprar electrodomésticos y coches a pagar en varios años, esas familias salidas de la pobreza han entrado de lleno en el mundo del consumo, a veces hasta frenético.
De un punto de vista económico, ello ha supuesto un avance para la industria y el comercio creando nuevo empleo. Y gracias a esa corrida al consumo le fue posible a Brasil, con 200 millones de ciudadanos, atravesar casi indemne la crisis financiera internacional.
Y ha supuesto un avance en la lucha contra la feroz desigualdad social, un verdadero cáncer de esta sociedad. Que en el país los pobres hayan disminuido 40 millones es, sin duda, una bendición, casi un lujo social.
Sin embargo, todo tiene su revés. Y ese avance indiscutible, del que tanto mérito tuvo la intuición del expresidente Lula, puede acabar apagado ahora por la tentación de no saber parar ese nuevo hábito de consumir que puede acabar malogrando ese salto social.
Eso, porque según datos oficiales, las familias de esos millones de nueva clase media pobre, se hayan de repente endeuda en un 40% de su presupuesto mensual, al mismo tiempo que se la siga empujando a continuar en esa corrida al consumo a cualquier precio.
Los economistas alertan que esa medida del consumo interno contra la crisis se está agotando y está haciendo disparar la inflación, al mismo tiempo que impide el ahorro.
Los últimos datos de la economía brasileña no son, en efecto,  halagüeños. Este año el PIB puede que no llegue a un 1%, el menor por primera vez de América del Sur. El resultado de la balanza comercial ha sido el peor de los últimos diez años y la inflacción se ha salido de madre. La producción industrial ha caido en el 2012 un 2,5% y Dilma se ha visto ob ligada a llevar a cabo una maniobra de 200.000 millones de reales con los bancos públicos para cumplir la meta fiscal.
Hay hasta quién empieza a ver un peligro de burbuja, en el el campo de la inmobiliaria, donde los precios de casas y pisos se ha triplicado hasta el punto que los ricos están comprando casas en Miami porque Brasil es ya más caro que los Estados Unidos o que Europa. Todo ello ha puesto en alerta al gobierno.
Lya-luft-andamos
Días atrás, la escritora Lya Luft, ha lanzado su alarma desde su columna en la revista VEJA con estas duras palabras:

“Se habla mucho de la ascensión de las clases menos favorecidas. En teoría sería positivo, un paso adelante para reducir la catastrófica desigualdad social” y añade: “Lo que veo, sin embargo son multitudes consumiendo, estimuladas a ello como si se tratase de un bien en sí mismo y promoviese un crecimiento real del país. Compramos con los intereses más altos del mundo; pagamos los impuestos más altos y contamos con los servicios (salud, educación, comunicación, transportes, energía, etc.) entre los peores del mundo. Y sin embargo la palabra de orden nos empuja a gastar, las autoridades nos piden que consumamos más, nos convocan a comprar hasta lo superfluo, hasta lo dañino, como abarrotar de coches nuestras carreteras agujereadas y peligrosas”.
Es casi un grito de angustia. Y mientras la Europa en crisis sufre de falta de consumo, Brasil, al revés, empieza a sentir la calentura del consumismo desenfrenado. El de los ricos en el exterior, y el de los pobres en el interior.En las fiestas pasadas, un  diputado que hace campaña para ser Presidente del Congreso aprovechó su estancia en Miami para hacer una reunión con un montón de diputados que estaban allí divirtiéndose y comprando.
Un día Lula dijo con toda la razón del mundo que “también los pobres tienen derecho a tener un coche”. Es cierto. Pero deberían poder tenerlo sin que la gasolina, en un país que suda petroleo por todas partes, sea de las más caras del mundo. Y sobretodo debería poder tener la posibilidad, junto con el coche, o antes, si fuera preciso, de poder llevar a su hijo a una buena  escuela, como los ricos, ya que la pública es hoy sólo para pobres. O de poder tener un seguro de enfermedad, porque la sanidad pública sólo teóricamente es para todos.En ella se puede uno morir esperando para poder ser operado o hacer un tratamiento contra el cáncer.
Como me decía un sociólogo, lo que hará un día de Brasil un país verdaderamente más igual, más justo, más democrático y más rico es sólo la educación. Las ayudas económicas a los pobres y las facilidades para poder comprar un utilitario o una televisión digital o un teléfono móvil son justas, pero el verdadero salto social, lo que les sacará de la pobreza no sólo económica sino cultural, es la educación y sólo la educación.
Los hijos de esa clase media pobre sólo darán el salto social con educación digna, profesionalizándose, para no tener que perpetuar la pobreza no sólo material sino intelectual y de falta de oportunidades de sus padres. La hija de una empleada doméstica, sólo dará el salto social con el estudio.
De lo contrario, aún con todos los electrodomésticos en su casa y la moto o el utilitario a la puerta, continuará, como su madre, fregando suelos toda la vida.
Dilma lo sabe porque tiene sensibilidad social. Por ello ha exigido que todas las compensaciones del petróleo vayan exclusivamente para mejorar la educación, en vez de servir para embellecer las ciudades o levantar nuevas pirámides de Egipto para pura exhibición superflua de los administradores públicos.
Ella ha ya afirmado que quiere un Brasil rico no sólo en su PIB sino también en educación, en posibilidades de superación cultural y en fuente de oportunidades para todos, de un modo particular para los que vivieron ya demasiado tiempo en la angustia de la pobreza económica y espiritual, perpetuada por generaciones desde los tiempos de la esclavitud.

Sobre el autor

es periodista y escritor traducido en diez idiomas. Fue corresponsal de EL PAIS 18 años en Italia y en el Vaticano, director de BABELIA y Ombudsman del diario. Recibió en Italia el premio a la Cultura del Gobierno. En España fue condecorado con la Cruz al Mérito Civil por el rey Juan Carlos por el conjunto de su obra. Desde hace 12 años informa desde Brasil para este diario donde colabora tambien en la sección de Opinión.

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